lunes, 23 de marzo de 2009

24 de Marzo

Discurso pronunciado por la Concejal Alejandra Pignataro en la sesión extraordinaria el 23 de marzo en el HCD de Merlo

Lamentablemente para muchos hombres y mujeres de nuestro país, el 24 de marzo será simplemente un día para descansar de las agobiantes jornadas laborales a las que son sometidos. Más lamentable aún es que para la mayoría de los jóvenes será un día para “safar” de la escuela. Pocos somos los que realmente tomamos conciencia de lo que significó esa fecha para nuestro país, cuando hace 33 años, la dictadura militar más sangrienta de nuestra historia derrocaba al gobierno constitucional de Isabel Perón.

Pero para los más jóvenes, cabe aclarar que el terrorismo de Estado no empezó con la dictadura militar, sino cuando desde el Ministerio de Bienestar Social, José López Rega enviaba a un grupo paramilitar denominado Triple A (Alianza Argentina Anticomunista) a realizar atentados contra militantes del campo popular, antesala de lo que seria la dictadura posterior; el primer atentado fue al Senador Nacional Radical Hipólito Solari Yrigoyen que milagrosamente salvó su vida; también figuraban en su “lista negra” el dirigente sindical clasista Agustín Tosco; el Diputado Nacional Peronista Rodolfo Ortega Peña entre tantos otros militantes que aunque desde distintas expresiones políticas; gremiales; sociales; etc., tenían un mismo objetivo que era la Liberación Nacional y Social.

Pero no quiero desviarme, así que volveré al tema del 24 de marzo.

No tiene sentido recordar esta fecha si no somos capaces de analizar las causas que le dieron origen.

El levantamiento militar no fue un hecho casual, ni improvisado y mucho menos aislado. Fue parte de un plan diseñado para toda América Latina por el imperialismo yanqui, denominado “Doctrina de Seguridad Nacional”, que tenia como fin terminar con todos aquellos “subversivos” que soñaban con una sociedad sin explotadores ni explotados, para mantener sus privilegios frutos del sistema capitalista.

Con el secuestro y desaparición de personas, la tortura, la censura y el asesinato, las clases dominantes, no pretendían eliminar solamente a los “guerrilleros”, sino eliminar toda la estructura social de nuestro país. Estructura social que se sustentaba en el proceso de industrialización por sustitución de importaciones y de leyes de justicia social que fueron sancionadas sobre todo en los tres primeros años del primer gobierno peronista y el gobierno radical del Dr. Arturo Illia.

Y este es un punto central, ya que si bien las dictaduras latinoamericanas de los 60 y 70 fueron violentas, en nuestro país la violencia fue exponencialmente mayor debido a que nuestra sociedad era una de las más igualitarias de América Latina y debían extirpar de la memoria de nuestro pueblo todas esos derechos económicos, gremiales, sociales y políticos del que todavía gozaban las mayorías populares.

Algún joven podrá preguntar si no fue demasiada la violencia para solamente modificar un modelo económico.

La respuesta es no.

Lo que pasó es que los sectores dominantes realmente veían peligrar sus privilegios, ya que existía un proceso de concientización en las mayorías populares que llevaba a la unidad en la diversidad: obreros y estudiantes; profesionales progresistas e intelectuales orgánicos; campesinos arrendatarios y pequeños productores agropecuarios; pequeños productores industriales y cooperativistas. Todos confluían en actos callejeros en donde ya se hablaba del socialismo, lamentablemente antes que madurara esa unidad y se pudiera expresar en una alternativa electoral, vino el golpe del 76, para frenar ese proceso, para eliminar las condiciones socioeconómicas que permitían esa unidad.

Es cierto que los 30.000 compañeros detenidos-desaparecidos eran peronistas…; socialistas; comunistas; democristianos; radicales; etc.; pero todos tenían algo en común, todos aspiraban a construir una nueva sociedad, mucho más justa; mucho más fraterna y mucho más igualitaria y no dieron su vida para incrementar la desigualdad; fortalecer la burguesía nacional y construir un capitalismo serio como algunos cínicos quieren hacernos creer.

Por todo esto, no existe mejor homenaje para todos ellos que levantar sus banderas, recuperar sus sueños y luchar para construir una nueva sociedad.

En primer instancia quiero recordar a los desaparecidos de Merlo: Elsa Fernández; Héctor Giordano; Maria Iannotti; Antonio Potenza; Aída Sanz Fernández; Laura Segarra, entre otros.

Pero también quiero recordar muy especialmente a Mario Abel Amaya; Sergio Karakachoff y Rodolfo Walsh.

Por último, quiero decir que mientras Jorge Julio López no aparezca con vida, los argentinos no podremos volver a decir ¡NUNCA MÁS!