viernes, 2 de enero de 2009

Homenaje realizado por el día de los Derechos Humanos

Homenaje realizado en la sesión ordinaria del 10 de diciembre de 2008

Día de los Derechos Humanos

La celebración del 10 de diciembre del día de los Derechos Humanos tiene su origen en el año 1950. En ese año la Asamblea General de las Naciones Unidas invitó a todos los Estados y organizaciones interesadas a que el 10 de diciembre se observara el Día de los Derechos Humanos, en 1948.
Motivados por los desastres tan tremendos ocurridos durante la Segunda Guerra Mundial, todos los países tomaron la firme decisión de crear un código moral, ético y sobre todo jurídico que amparara lo que desde la Revolución Francesa se reconocía como derechos inalienables.
En el mensaje del Secretario General de las Naciones Unidas para el año 2000 se recalcó la importantísima función que cumple la educación para los Derechos Humanos en el mundo: “Cuanto más conozcan los pueblos sus propios derechos y respeten los derechos de los demás, mayor posibilidad habrá de que vivan en paz. Sólo si concientizamos a los pueblos acerca de los Derechos Humanos, podremos aspirar a evitar la violación de estos y, con ello, aspirar también a evitar los conflictos”.
Si miramos hacia nuestro país es fundamental recordar los derechos de los 30 mil compañeros detenidos-desaparecidos en el genocidio de la dictadura militar en los años 70, así como también luchar por esos niños y niñas, ahora convertidos en hombres y mujeres en busca de su verdadera identidad…pero no podemos hacer oídos sordos a que, en la actualidad se siguen violando los Derechos Humanos, derechos de ese sesenta por ciento de niños que viven en la pobreza, se pretende encerrar a los pibes argumentando que son peligrosos, cuando en realidad son ellos quienes se encuentran en peligro, victimas del asesino serial por excelencia: el hambre, que se lleva a 30 pibes por día. Muchos de los aquí presentes somos docentes y sabemos muy bien que un pibe con hambre no está en condiciones de aprender, tampoco un chico que pasó la noche carboneando para poder subsistir, y lo paradójico es que esto ocurre en un país hecho de carne, leche y trigo. Que la escuela no sea solo el lugar donde nuestros niños encuentran un plato de comida. Tampoco olvidemos los derechos de los trabajadores y trabajadoras que se encuentran sin empleo.
Cada uno de nosotros, ya se desde la función pública o de su propio espacio debemos bregar por hacer valer estos derechos para construir una nueva sociedad donde primen los valores de solidaridad, de igualdad y de justicia.